miércoles, 21 de diciembre de 2011

Los dados de Dios

-¡Y justo cuando el año terminaba!
-Si, increíble.
-Era predecible, les encanta, destruir, destruirse.
-Quizás hubieran aprendido en  unos cien años más.
-No creo.
¿Y  vas a mandar  a los jinetes?
-No, yo no tuve nada que ver, ellos buscaron su ruina.
 -Es irónico. Justo cuando todos hacen planes para el siguiente año.
-No todos.
-Bueno... ¿Tenés planes para el siguiente mundo?
-A decir verdad, ya no planeo.
-Otra vez a los dados.
­-¡Quizá esta sea la buena!
-¡Apostemos!
-No, Mefisto, con vos ya no apuesto.
-¡Dale Dios no seas así!
-No,  mejor tira  los dados esta vez, quizá tengas más suerte  y a lo mejor nos quitamos la mala reputación  que nos hicieron en la biblia.

martes, 15 de noviembre de 2011

Un poema.

Neutrinos

Una vez descubierta
la osada forma de viajar en el tiempo
los hombres de ciencia
correrán a buscar el origen de la vida
del planeta
 el nacimiento del sol
la unificación de dios y las lágrimas.

Pero nada,

ni el origen del universo
ni la luz al final del agujero negro
ni la resurrección de las estrellas

deslumbrará tanto al hombre
como asistir a su propio nacimiento.

domingo, 6 de noviembre de 2011

La mutación (o variaciones sobre un tema griego).

Todos, en la pequeña ciudad,  murmuran  por las calles que  Clitia es una chica enfermiza, desquiciada,  trastornada, demoníaca (suele  sentarse al borde del acantilado  a  escuchar a Radiohead y a pensar en  paradojas: las personas de abajo piensan que se puede encontrar la muerte desde acá arriba  si se llega al suelo, entonces, ellos están más cerca de la muerte. Una vez superados, el miedo, el ruido y la confusión, ahí, alejada cuanto puede de la muerte,  se dedica a disfrutar la vista del horizonte: la variedad  de arreboles, grises y malvas en las nubes;  los volcanes, oscuros  colmillos de la tierra; el sol muriendo y  Júpiter  naciendo.  La transformación perpetua del día en noche.) loca, depresiva, suicida, perturbada, etc, sin embargo, aun no se han dado cuenta de que estando cerca de un abismo se tiene la mejor vista.

lunes, 17 de octubre de 2011

¿Qué es la realidad?

Regresé de mi viaje a Paris completamente contrariado. No había sido lo esperado. Los libros, las películas, las pinturas, la música, todo lo francés que ingerí durante años, formó en mi un Ideal de Paris. No quiero aburrir con detalles, me concentraré con mi experiencia en el Louvre. Elegí la carrera de arte, y  repase cuidadosamente, todas las obras que se exponen en el famoso museo, hice lo mismo  con El prado, El reina Sofía, y museo de Arte Moderno de Nueva York. Me consideraba  un experto en arte.
Antes de viajar, me topé con un viejo conocido, que no deseaba encontrar (todos tenemos viejos conocidos  que no queremos volver a encontrar, pensamos que el tiempo se los ha llevado, sin embargo, una red social, lo trajo desde aquella hermosa región del olvido). Nos saludamos, e inmediatamente comenzó a contarme sus experiencias por el mundo,  había trabajado para el gobierno y organizaciones no gubernamentales, me contó que estuvo en Paris, Roma,  Brandemburgo, Tokio, Buenos Aires, China, etc. Todos, países que yo desconocía, pero siempre había querido conocer.  Obviamente quería hacerme sentir envidia. Yo  sabía como evadirla, la envidia no era para mí. Mencionó los sitios turísticos de cada país, lo que cualquiera que vea programas de destinos turísticos podría mencionar. ¿Fuiste al Louvre? Dije casi cortante. Sí, por supuesto, todas las obras  de arte son hermosas, bellas, impresionantes, dijo. Luego le lance otra pregunta: ¿entraste a la Capilla Sixtina? Claro, es increíble, majestuosa. Y continuó así con otros adjetivos. Supe inmediatamente que no era un conocedor de arte. Y que cualquier cosa que le preguntara respondería que si lo conocía, y que le parecía hermoso.
Luego de ese encuentro desafortunado, pensé que solo  para un conocedor de arte, la experiencia de entrar al Louvre, le es provechosa.  Años más tarde logré viajar por mi cuenta, sin el auspicio de nadie, como debe ser, pero, como dije al inicio, la experiencia no fue más provechosa de lo que era estudiar los cuadros, uno a uno, en mis enciclopedias especializadas. Si, había sentido emoción al ver en “vivo” las obras, pero ¿que era eso? ¿Por qué el hecho de ver las cosas en “vivo” hace la experiencia mejor?  En este caso no había sido así,  ver La Gioconda, a dos metros de distancia, dentro de un vidrio anti refractario, no la hacía más interesante. Entonces pensé que, lo que realmente  nos hace sentir mejor la experiencia en “vivo”, es que estamos físicamente cerca de tener un contacto corporal, (es posible tocarla, en el mundo físico, pero obviamente nadie me dejaría hacerlo). Entonces,  si la cercanía nos hace sentir la obra, pero de todas formas solo accedemos a ella a través de una experiencia visual, la experiencia carece de sentido, o es, en todo caso, equivalente a  una reproducción en una enciclopedia, en una lámina, en un medio digital.
¿Cual era entonces el extra de ver en vivo la obra? ¿Era acaso el simple hecho de saber que la veía en vivo?, ¿que estaba frente a la obra real?  Es algo  mágico, me dijo una chica que la veía junto a mí. Entonces, mientras tanto, me pregunte  ¿qué sucedería si esta no fuera la obra real? Si han puesto una copia para preservar la original. ¿Quien notaria la diferencia a esta distancia, dentro de ese vidrio, y capaz únicamente de analizarla con la mirada que no siempre es de fiar? ¿Acaso la chica  sentiría la magia? Por supuesto que sí. Recordé el experimento que hicieron en la universidad unas compañeras de psicología: le dieron a probar el mismo tequila a una persona, pero diciéndole que uno era hecho en Guatemala y el otro en México,  como se esperaba, el tipo dijo que el mexicano era superior. Era un experimento sencillo para comprobar como nuestras ideas preconcebidas prevalecen sobre la experiencia sensorial.  No es difícil imaginar, que si hiciéramos el experimento dentro del Louvre, y le hacemos ver una Gioconda falsa y la original, sentiría exactamente lo mismo.  Lo único que me quedaba, ante la decepción de estar en el Louvre, era ver por más tiempo, llenarme de todos los detalles que no pudiese ver en los libros.  Pero, como cualquier detalle, termina difuminándose en la memoria. Al salir del Louvre, sentí, nostalgia por no poder seguir dentro y decepción porque no había sacado nada provechoso. ¿De que me servía recordar el olor del Louvre?
Persistía en mí la interrogante sobre la realidad. Años más tarde, únicamente  las fotografías de turista, podrían demostrar ante alguien que en verdad había estado ahí. Las mismas fotografías que cualquier turista se hace, todas distintas, pero iguales a la vez. Yo, en primer plano, y la torre Eiffel al fondo. Y si presentase un fotomontaje: yo en primer plano y las pirámides de Egipto al fondo. ¿Quién, que no me conociera de cerca, podría negar que estuve ahí?
 En un libro de  memorias de Ernesto Sábato,  cuenta que entró  de nuevo al museo del prado, pero, luego de su primera visita, se fijaba  solamente en un cuadro, lo veía con detenimiento, y nada más.  Uno pensaría, para qué carajos, vas a un museo repleto de arte a ver una sola pintura.  La respuesta podría ser  que, la realidad es sólo un momento, y cuanto más dure ese momento, más certeza se tendrá de haber estado dentro de la realidad.
Una noche, después de ver un documental sobre la elección de un nuevo papa, el conclave y toda esa fiesta de burocracia religiosa, me dormí pensando en todo el arte del Vaticano.  Inducido por estas imágenes, presumo, soñé que estaba dentro de la capilla Sixtina.  De mis estudios sobre la obra de Miguel Ángel, podría describir toda la capilla sin haber estado dentro ni una sola vez. En mi sueño, en efecto, vi todos los frescos de Miguel Ángel, y dentro del sueño, repetí la sensación que había tenido en el Louvre: tengo que hacer que esto dure más, respirar y sentir el aroma, fijarme en todos los detalles. Mi mente se encargó de eso.  Cuando desperté, como despierto todas las mañanas de domingo, logré recordar con nitidez los sueños.  Recordé ese sueño,  y paralelamente recordé mi experiencia del Louvre REAL,  y me percate de que, los dos recuerdos, gozaban de la misma nitidez, la nube de los recuerdos, donde flotan todas nuestras experiencias, no distingue un recuerdo de un sueño, del recuerdo de una realidad.  Qué los diferenciaba, nada, físicamente nada (si es que los sueños obedecen a principios físicos o químicos, digamos que  podría ser impulsos eléctricos en nuestras neuronas), lo único era que en mi mente, la idea de que uno era real y el otro sueño. Una idea. Cuantas veces no hemos confundido, el recuerdo de un sueño con un recuerdo de la vida real. Por ejemplo hemos dicho alguna vez: no recuerdo si eso fue real o lo soñé.  Inmediatamente, pensé en realizar un experimento, una suerte de Un sueño realizado, el cuento de Juan Carlos Onetti y comparar los recuerdos posteriormente.
Siempre me da por ver videos por Internet, me parece una maravilla que todos esos contenidos estén disponibles en cualquier momento.  Vi una entrevista que le hacian a Borges,  él decía que a sus ochenta y tantos años aun quería terminar de hacer algunas cosas, por ejemplo terminar unas traducciones, escribir algunos cuentos, y visitar china, haciendo énfasis en “visitar físicamente”, porque a través de los libros ya conocía china.
¿Habrá llegado el maestro Borges a hacer el viaje? No lo sé, y de haberlo hecho, ¿habrá sentido algo más en su visita física que en su visita imaginativa? No lo llegaré a saber, pero tratándose del gran maestro Borges, me atrevería a decir que los lugares que conoció en los libros siempre fueron mejores a los que “conoció” físicamente.
Ayer, reencontré al conocido del pasado,  el que no me gusta encontrar, estaba triste, casi en crisis,  era un pequeño bar en la Antigua, estaba sentado en una mesa donde se juega ajedrez, con un tequila a medio tomar. Me reconoció al entrar, yo iba con mi novia, en medio de su borrachera me llamo. Qué tal Herbert, ¿cómo estás amigo?, Háganme el honor de aceptar una copa. Le presenté a mi novia. Me comentó sobre su último viaje a Argentina, y que había tomado cerveza Quilmes y comido alfajores y había visto bailarines de tango, todo en “vivo”. Le conté que mi novia y yo, bailábamos tango, y me dijo, nadie baila tango como en Argentina.  Su afirmación, era una suerte de defensa, detecte en sus palabras un poco de envidia por mí.  Apuro su tequila y pidió otro. Nosotros pedimos mojitos. Me dijo: nada como un mojito de la habana, yo tome muchos en el mismo bar donde Hemingway los tomaba.  Todo en sus palabras, llevaba la intención de presumir y provocar envidia. Conforme se puso más borracho,  nos contó que su pareja había terminado con él, una extranjera, que había  conocido en su ONG, era una chica de veinte, francesa, había venido de vacaciones antes de entrar a estudiar química en la universidad de Paris. Lo dejó porque sus papas no le veían futuro con un simple maestro de escuela en Guatemala.  Tomó rápido otro tequila, se percibía su pesar en la forma que tomaba. Mi novia me apretó la mano.  Bajo su copita, y pidió otro, y agregó: la muy estúpida, me dijo que  podríamos seguir siendo amantes en Second Life, apuro el caballito de tequila y comenzó a llorar. Dejamos rápidamente la patética escena y salimos del lugar. Mi novia estaba más tranquila así, me comentó sobre su prima en Los Ángeles, que había sufrido un accidente cuando niña y había perdido ambas piernas.  Ella, pasaba  horas, metida en Second Life, ahí, según le había contado, era capaz de caminar, correr, tener amantes, negocios, interactuar como si todo fuera “real”.  Si tu amigo pudiera sentir lo que  mi prima, dijo, quizá sería feliz.  Yo termine de comprender todo.
¿Quién podría afirmar con seguridad que el mundo vivido, el imaginado y el soñado no son iguales cuando se convierten en recuerdos?

sábado, 15 de octubre de 2011

La tragedia infinita

Escribi este texto el año pasado, aunque en la relectura lo encontre un tanto dramatico, pero  sigue teniendo validez:

La tragedia infinita.

'El mundo en que vivo me repugna, pero me siento solidario con los hombres que sufren en él'. Camus
El jueves reciente, me senté a leer un libro de magnifico que había deseado por varios meses, La broma infinita.   Me interne en sus paginas  acompañado de un exquisito café de Huehuetenango y  de fondo escuchaba a  Julie London interpretando Cry me a river.  De pronto llego hasta mi tranquilidad el murmullo tormentoso de la televisión. Me levanté,  deje a medias el café y el libro abierto en la página veinte.  Era el noticiero de las nueve,  y los murmullos tormentosos no era otros que los de la tormenta Agatha y su paso destructor sobre Guatemala. No eran las primeras imágenes que veía sobre la catástrofe, ni siquiera fueron las primeras que me conmovieron, pero algo explotó en mí. Me sentí mal, terriblemente mal,  yo en mi confortable tranquilidad, y muchos guatemaltecos desprovistos de todo.
Recordé que justo la tarde anterior había leído superficialmente un correo electrónico donde se hacía una convocatoria para unirse al voluntariado de la USAC, era una oportunidad extraordinaria para colaborar.  Así que regrese a mi habitación, que me pareció más lúgubre, y releí el correo, había una salida para colaborar el día siguiente en Chinautla, lugar por cierto desconocido para mí.  Lo pensé un par de minutos y luego decidí que tenía que ir, que no podría seguir tomando mi café sin sentirme asqueroso y avergonzado. Prepare mochila, botas, guantes, gorra,  y otros implementos para realizar trabajo de campo.  Me acosté tarde pensando e imaginando lo que iba a encontrarme.
Desperté, y luego de un breve desayuno, emprendí el viaje a la Universidad, punto de encuentro. Fui a la tienda a comprar algunos vivieres para colaborar con la recaudación.
Al llegar al lugar solo temía algo, y es que no hubiera espacio para mí, que por el hecho de integrarme tarde a la causa no encontrara lugar en bus y no pudiera ir, quizá solo los que llegaban primero tendrían el privilegio.  No me alegre al percatarme de que había lugar, todo lo contrario me sentí un poco mal al observar que sobraba lugar y faltaba gente.
El camino fue lento  debido al trafico  en la ciudad y luego un derrumbe en un  camino paralelo al lago de Amatitlán que nos detuvo por mas de una hora. El viaje no fue aburrido sino muy gracioso, los jóvenes voluntarios de la facultad de agronomía,que eran los más,  se la pasaron contando sus chistes verdes, que no me causaban gracia por lo verde sino por la energía y entusiasmo con que los contaban.
Al llegar al lugar, que no era Chinautla sino un lugar cercano a Amatitlán, y ver la realidad, fue como caer en el centro de una pesadilla.  Un alud de gigantescas piedras  y lodo partió literalmente  decenas de casas,  y dejó a las familias sin nada. Los pocos que conservaron sus hogares, no podían habitarlos debido a que el lodo había entrado en ellas. Humildes hogares, inundados de lodo y tragedia.  La tarea de los voluntarios consistió en tomar palas, picos y azadones y sacar toda el lodo de las casas,  tarea que a primera viste me pareció fácil, pero que  resultó agotador,  siete personas trabajando duramente para sacar una capa de lodo de un metro  en una habitación que no superaba los nueve metros cuadrados.  Luego de tres horas de extenuante trabajo,  apenas logramos remover la quinta parte de aquel terrible lodo.  Mi espalda cansada, mis manos ampolladas y un sentimiento de impotencia en aumento.
Yo no tengo como agradecérselos, decía una anciana a la par de lo quedaba de su vivienda. No tenía que agradecer nada.  Dejé el lugar, y regresé a mi hogar, no sin algunas penas en el transporte y observar una balacera  donde perdió la vida otro chofer de bus urbano.
 Eso es Guatemala, un país en infinito sufrimiento.
La noche anterior pensé, que al regresar de contribuir con la gente, podría sentarme y cómodamente disfrutaría de mi café, de mi libro, del jazz. No fue así,  simplemente la empatía terminó de afianzarse en mi; al entrar a mi hogar lo sentí invadido del mismo lodo, destruido e inhabitable.
 Pensé en lo paradójico  de haber estado leyendo La broma infinita, y saber que Guatemala es  una suerte de  tragedia infinita, de haber estado escuchando Cry me a river, y  ver a la gente llorando por los ríos desbordados que se llevaron todo a su paso.
Toda la ayuda es necesaria  y valiosa decía una chica muy optimista, pensé en la actitud fatalista del guatemalteco, una suerte de masturbación de la conciencia, como comprar un BigMc en el McDia feliz y regresar a casa satisfechos de ser solidarios.   Pero yo soy pesimista por excelencia y se  que por un poco de ayuda la cosa no va a cambiar,   se que es necesario más  de parte de todos, una toma de conciencia verdadera,  un compromiso a corto, mediano y largo plazo con Guatemala, con la humanidad, con el mundo,  porque seguirán viniendo desgracias, y un día inevitablemente, de alguna forma, vendrán a nosotros.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Miguel Ángel Asturias, casi escultura.


Municipalidad de Guatemala
“Matemos a Miguel Ángel Asturias”
Mario Roberto Morales.
“Yo escribo sobre Asturias, porque Asturias escribió, Hombres de Maíz.”
Luis Cardoza y Aragón.

En la avenida La Reforma, en la ciudad de Guatemala,  se erige  la escultura que el artista Max Leiva, realizó en conmemoración del centenario del nacimiento del premio Nobel de Literatura Miguel Ángel Asturias. La escultura en bronce,  muestra a un  Asturias imponente, austero y barrigón, una escultura muy realista y dinámica, pero que, como otras obras  de arte desperdigadas por la ciudad, terminan fundiéndose con el paisaje.
Cuando estudiaba el ciclo de educación básica, (que a decir verdad es una exageración llamarla básica),  me dijeron: “ya te va a tocar leer El Señor Presidente” Lo decían, con un  deleite sádico; para ellos había sido una tortura.  Conforme avanzaron los años, nunca leímos a Asturias.  Leímos en cambio, un librito, “Café de Artistas” del otro Nobel Camilo José Cela ¿?...
A Asturias lo leí después, en el bachillerato, por cuenta propia, me gustó mucho, especialmente,  Hombres de Maíz. Leí  todas sus novelas, he olvidado algunas, pero solo releería Hombres de Maíz.
Naturalmente, leí la Obra de Mario Roberto Morales,  después de leer a Asturias, y también disfruté de su grito parricida (en el epígrafe de arriba), una suerte de homenaje  que reclamaba nuevas y originales voces.
La escultura de Asturias, es intimidante, como  su obra, plantarse frente a ella, equivale a sentir que serás arrollado por un gigante. Y en muchos casos, eso sucede. El maestro en la escuela, te deja obligatoriamente que leas Leyendas de Guatemala, que hagas un resumen, y luego te hace un examen, el resultado: odias a Miguel Ángel Asturias por el resto de tu vida. La mala educación te lleva a malas conclusiones.  
El otro día, estaba en una de esas hermosas librerías de Guatemala, ubicadas en opulentos  centros comerciales, (donde no faltan las señoras emperifolladas y niñas “cool” comprando libros de vampiros enamorados), cuando escuche a una de estas señoras decirle a un encargado de tienda: Disculpe, tienen el libro, Hombres de Maíz, pero resumido, es para mi hija, y entre menos lea mejor, porque tiene muchas tareas.  La frase elocuente, me dejó un tanto perplejo, solo un tanto. Es de esperarse este tipo de ideas  frente a Asturias,  seguro que  a ella la obligaron a leerlo.
 Guatemala, siendo realistas, es un desierto de letras,  no tengo las cifras, tampoco me interesan, pero se que el porcentaje de lectores es bajo, el porcentaje de lectores de Asturias, más bajo;  se que entre los que han leído a Asturias, no todos reconocerían su rostro en una foto,  y me atrevo a pensar que menos lo reconocerían  en una escultura.
 De las manos de Asturias-escultura, están sujetos dos libros, que dejan caer hojas hasta el suelo: las hojas sueltas, la palabra de Asturias regada tras su paso, como lluvia sobre este suelo desértico.
Hoy, he pasado frente a la escultura y reparé inmediatamente en la ausencia de las hojas de bronce, noticia recientemente comentada con un amigo en el Club de lectura virtual Los Buc Buc. Todos lo lamentamos. De la mutilación de la escultura, se ha dicho: “es una mutilación de la capacidad de pensar”, o “la paradoja que ridiculiza  nuestra intelectualidad contemporánea”.
 Debo ser honesto, la escultura mutilada me ha gustado más así, la dota de un nuevo significado: las hojas están ahora, sujetas a las manos de Asturias-escultura, libres de ser pisoteadas por la mala educación, cercanas a él, que nos invita a buscarlas, a llegar a ellas voluntariamente.
Se dice, que las hojas  de bronce fueron cortadas por personas que recolectan metales para reciclaje.  Yo, por mi parte, no estoy tan seguro, me gusta imaginar, que fue alguien, que, como los primeros cristianos, se acercaban a cortar un trozo del madero donde murió  Jesús,  o como los inocentes turistas que llegaban a la Gran Muralla China y se llevaban una piedra como suvenir, o los románticos que guardan un poco de arena de cada playa que visitan. Nadie que le quite un grano de arena a la playa, destruye la playa.  La naturaleza, busca su equilibrio.
Me he extendido demasiado, así que termino ya con palabras de quien mejor escribió sobre Asturias, Luis Cardoza y Aragón (a quien personalmente admiro más)  que en su libro Miguel Ángel Asturias Casi Novela, dijo sobre el Nobel: “Aplaudirlo todo o desecharlo todo es  tontería y cinismo”.  

martes, 13 de septiembre de 2011

Lector invisible


Escribir para un lector invisible es el único objetivo recomendable para no perder la serenidad en la escritura.

La caricia


Su amada esposa  lloraba inconsolable.   La tragedia se  instaló profundamente en su hogar.  Él, inmóvil,  sentía mucho más fuerte  ese dolor. Compuso su traje plagado de distinciones. Se  acercó, sigiloso,  estoico, y   la  abrazó con su frialdad habitual. Con  la mano un tanto temblorosa procuró una caricia en la espalda de su  mujer. Ella, súbitamente, la  rechazó. Quería seguir inalterable llorando  a solas.  El viejo se sintió humillado cuando supo que sus  manos eran tan  torpes  para acariciar,   incapaces de deslizarse  sin herir. Manos  duras  y  toscas que  no sabían  más que propinar golpes, bofetadas; que solo  sabían  manejar  armas, apretar gatillos;  sabían exclusivamente (y lo sabían muy bien)  estrangular  y violar, sin embargo, eran incompetentes para dar  una sencilla caricia, un inútil consuelo del cuerpo para el alma.  Respiró   profundamente  y, aunque  en seguida  la vergüenza fuera insoportable, se odiara  y tuviera que suicidarse, dejó que sus  manos   hicieran con su esposa, lo que mejor sabían  hacer. 

lunes, 5 de septiembre de 2011

Transformaciones

El tema de las transformaciones siempre me ha interesado, desde mis incursiones  de infantil curiosidad en la naturaleza, cuando cazaba renacuajos, esperando ver su proceso de metamorfosis. Tristemente solo cause la muerte de los pobres animales; lo cual también era una transformación.
Posteriormente  durante la adolescencia me encontré,  o me encontró a mí, el clásico de  Franz Kafka: La trasformación,   traducida como La metamorfosis, donde asistí  a la  trasformación de un hombre, mecanizado por su rutina social, a un insecto repulsivo e incomprendido, que será para mi siempre una metáfora de la condición humana. La metáfora misma es una trasformación.  
En esta línea de transformaciones, está el perfomance de Sagazan, (dejo un video abajo). La obra de Sagazan,  esta cruzada en toda su extensión por sentimientos sobrecogedores, inducidos por el enfrentamiento  directo con el sufrimiento, el dolor y la muerte. La primera vez que vi un performance de Oliver de Sagazan, sufrí una especia de ahogamiento sinestesico, del que no pude apartar la vista. El artista hace una trasformación física y metafísica, renuncia y  destruye su imagen corporal y, crea, guiado por la improvisación autentica, una oleada de emociones en los espectadores, que van desde repulsión hasta el goce estético.
Todo el universos es el resultado de una misteriosa transformación, toda todo el misterio de la vida esta ligado a  un conjunto de millones de trasformaciones químicas.  Y hay componente fascinante en ese salto.  “La materia no se crea ni se destruye, solo se transforma”, es la epifanía más grande que he encontrado en la ciencia.
Toda transformación implica una muerte, y como tal genera el miedo  o la atracción  de hacia lo desconocido. El arte, en esencia, es una transformación.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Cuento conceptual.

Este texto esta, esencialmente oculto, trata sobre el descubrimiento de la bellaza en la soledad. Si desea leerlo dibuje un rectangulo, dentro dibuje una flor, imagine dotar ese dibujo a tres dimensiones, encienda su cronómetro, dotándolo así de una cuarta dimensión, ahora, abra comillas y describa en su mente todo lo que vea, cierre comillas. Ahora puede, leer todo en voz alta, o baja si  así lo prefiere.

Cuatro Suicidas.

Todo el mundo en la ciudad es un suicida.
Charly Garcia.
El otro día, un amigo me preguntó el por qué aun no había escrito  un cuento sobre el suicidio. Le respondí que, en efecto, si había uno: mi primer cuento. Yo no había sentido jamás la necesidad de suicidarme, por lo que el texto carecía de  esa fuerza que le dan las experiencias reales a las grandes ficciones. Quizás en el futuro la experimente y de ahí la pueda reescribir con más veracidad, le dije.   No había pensado en eso hasta hace un par de meses, cuando escribía un pequeño texto que me pidieron sobre la  vida, obra y muerte del cantante Kurt Cobain, para una revista mensual de música. Puse, uno de sus discos. Tengo la discografía completa. El texto comenzaba así:
 Escuchaba a Nirvana día y noche, eran todo para mí  en  esa etapa  dolorosa que  fue mi adolescencia. Aunque no entendía nada de sus letras,  me apasionaba la fuerza de su música.
No puede seguir escribiendo. Dejé que el computador  pusiera las canciones al azar.  Cuando me bloqueo con un texto tomo un libro y casi siempre, eso me saca del bloqueo mental. Tome al azar un libro de mi estantería de los no leídos o los nunca terminados. Esa era la clasificación.  Era un pesado volumen de Foster Wallace, leí un capitulo que habla sobre una chica drogadicta. Y retomé el texto  con información trillada, pero infaltable en cualquier artículo que rememorara al buen Kurt.
Kurt Cobain, originario  de Seatle,  líder de la banda Nirvana, y creador celebérrimo del Grunge forma música que se apodero de los años noventa, un genero musical  novísimo, tremendamente libre y  molesto con las formas clásicas.    Cobain, irreverente rockero y adicto a las drogas,  se quitó la vida hace quince años,  con un tiro de escopeta en la cien.   Su legado: la obra musical juvenil más original de los últimos veinticinco años.
En ese momento, detuve la escritura, prendí un cigarro, a pesar de que hacia dos meses  había dejado de fumar con mucho esfuerzo. Pensé en la adicción. Pensé en la infancia  de Cobain, marcada por el divorcio de sus padres,  de una u otra forma parecida a la mía.  Sonó la canción Litium  y continué escribiendo:
Su obra: una metáfora sobre las consecuencias de la infancia perdida, de las drogas, la rebeldía y la genialidad musical.   Uno de los tratamientos  que recibió por su hiperactivdad, desde su infancia,  fue el litio. Sus efectos fueron inmortalizados en su canción Litium, de su primer álbum Nirvana.   En su admirable y conmovedora nota de suicido,  dejo dicho que sus intenciones suicidas lo persiguieron desde siempre,  su deseo de autodestrucción y su pasión por la música,  siempre fueron de la mano por ese estrecho y oscuro pasillo que fue su vida.
En una de sus canciones Kurt dijo,  I hate my soul, and I want to die”  toda esa fuerza, todo ese odio, toda esa genialidad, se volcó en ese estridente y a la vez melódico  sonido, propio del vacio de la muerte, hipnótico, desquiciante, el sonido de Cobain, permanecerá mas allá de su vida, la música.
Recordé que cuando escuchaba a Nirvana, me emborrachaba solo, en mi habitación, con el licor más barato, luego saltaba, febril y desquiciado, era mi particular forma de soportar lo duro de mi vida. Pero no solo era un borracho, también leía muchas cosas,  veía películas mexicanas en blanco y negro. Lo mezclaba todo en mi mente y así, mi realidad pasaba a segundo plano. El resultado surrealista era un film donde Pedro Infante  y demás actores recitaban poemas de Burroughs y T.S. Eliot, con Nirvana como música de fondo.   Mis colegas de la revista no eran muy exigentes y deje el texto así. Retome la lectura de Foster Wallace, que termine esa misma tarde. Ese libro La broma infinita, me había costado mucho al principio, la primera vez que lo empecé no logre llegar a la mitad, y lo dejé  para posteriores lecturas.  Al terminar mi lectura, sentí  la necesidad de escribir acerca de Foster Wallace:
David Foster Wallace, nació en Ithaca Nueva York  en 1962, escritor de gran originalidad, estigmatizado como el cronista del malestar de Estados Unidos, sufría de grandes depresiones,   que lo llevaron en 2008 a ahorcarse en su casa de California.
Escribir sobre Foster Wallace, resulta una broma,  miserable y breve; muy breve si se compara con la monstruosa cantidad  y calidad de su novela La Broma infinita, de más de 1200 paginas. En esta gran novela,  Foster Wallace, hilvana una alegoría futurista,  plagada de seres adictos, a una u otra cosa.  Destacan los innumerables farmacodependientes, y borrachos, seres que han dejado parte de su alma entregada al vicio que los mantiene y los destruye a la vez. Además, Foster ha creado un personaje llamado James Incandeza, cineasta adicto a su propio arte, que me resulta una suerte de   Andrés Caicedo consumido  por su deseo de ser  director de cine, con diferente locura, pero igual mente atormentada y genial.
En este punto detuve de nuevo la lectura, al darme cuenta de que había mencionado a Andres Caicedo,  de quien también valía la pena escribir, así que honrando la memoria de ese muchacho también escribí esto:
Andrés Caicedo,  nació y  murió en Cali Colombia, a sus   25 años se quitó la vida, tragándose  60 pastillas de seconal. Cinéfilo y  escritor.  Su obsesión más grande eran las imágenes en movimiento, las historias, es decir el cine.  Veía películas hasta hartarse ópticamente,  razón por la que usaba magnánimos lentes.  En algunos de sus escritos, desperdigados al azar,  dejó claro que “vivir más de veinticinco años es una vergüenza”.   Su obra literaria cumbre, es “¡Que viva la música¡” una novela  rebosante de originalidad y del demonio salvaje que guía  a los espíritus  de la juventud.   Otra de sus obras es la novela inconclusa, Noche sin fortuna, que fluye con  un lenguaje fresco, producto de roce directo con la urbanidad mas vernácula.  Ambas novelas, pintan para guion cinematográfico,  y no es de menos pues la mayor influencia de Caicedo era el cine.

Una vez más deje la escritura ahí. De pronto, fue como si se estuvieran alineando cuatro astros, una suerte de epifanía, estaba escuchando a un suicida, leyendo a aun suicida que a su vez me recordaba a otro suicida.
El arte implica un sacrificio a menudo ignorado por aquellos que se plantan frente a él.  Aunque sea bello, no todo el arte es resultado de una bella experiencia. El gran arte, secunda a un gran sufrimiento que, si es auténtico,  jamás se puede sondear a cabalidad, solo quedan las obras,  pinceladas en un lienzo, una suerte de palimpsesto metafísico. Como en todo suicidio, se ignoran las causas fundamentales del hecho.  En estos tres suicidas, percibí los hilos que movieron las manos excesivas a finalizar con sus vidas: el genio,  la obsesión, el arte, las drogas, el vacío.
Hoy, que me sentí terriblemente angustiado por el futuro incierto y doloroso, supe inmediatamente que ya estaba experimentando la sensación capaz de dotar de autenticidad mi viejo relato sobre el suicidio. Los de la revista me dijeron que no publicarían ni mi viñeta sobre Kurt, ni sobre Foster Wallace, y que tal vez en otra edición publicarían aquella sobre Caicedo. Ya no me importaba, comprendí, instantáneamente que es la clase de sensaciones que no te deja escribir sobre nada,excepto sobre su misma esencia.

jueves, 25 de agosto de 2011

Microrelatos

Acá dejo dos links para poder leer mis cuentos breves participantes en el concurso de microrelatos organizado por el club de lectura Los Bucbuc: Este que publicaron el blog elcentrohistérico: http://elcentrohisterico.blogspot.com/2011/07/ls-bloggers-los-muertos-y-noches-de.html

Y este de una publicación digital donde se pueden leer todos los cuentos participantes:
http://es.scribd.com/doc/59257489/30/Herbert-Ismatul

domingo, 21 de agosto de 2011

Perfil falso

Un perfil falso, es en todo caso, un fantasma, elaborado y diseñado con un propósito específico.  Una mascara, flexible, sujeta a múltiples deseos imaginativos. Pienso, por ejemplo, en un fantasma diseñado para vender, para sugestionar, o simplemente para  crear la sensación de acompañamiento.  Hace dos días, cuando me enfrente como nunca antes a las redes sociales, me pregunte por la veracidad de los perfiles ahí establecidos. Imagine la  posibilidad de crear un perfil falso.  Un segundo Herbert Ismatul, quizá con otro nombre, con otra profesión, con otro estilo de vida. Las posibilidades eran limitadas únicamente por el alcance de mi imaginación.  Quizá en ese perfil podría instalar a mi alter ego. O al tipo que no puedo ser en esta, mi vida, real y ordinaria.  Imagino también, que podría interactuar con este otro Herbert,  podríamos mantener una conversación, refutarnos o apoyarnos. Mi perfil falso, también podría explorar otros mundos, otras redes, tener contacto con otras personas.  La idea siguió entusiasmándome.  Pensé también en que ese otro Herbert, podría así mismo, crear otro perfil falso y seguir así, hasta rodearme de un gran circulo de dobles, o más bien, proyecciones mías. El asunto resulta mas descabellado cuando imagino que cada uno de esos perfiles,  comienza a relacionarse con otros perfiles falsos,  e incluso tener algún affaire cibernético con quienes les diera la gana y  a continuación, perdería la capacidad de recordar cada una de las personalidades asignadas, y entonces, sucedería lo inevitable, mi verdadera identidad asomaría confundida e interactuaría en la red.  Así,  el comportamiento de mi red falsa, sería una suerte de parábola, con un ascenso imaginativo y luego un regreso a mi esencia.  Es un asunto descabellado, es una gran novela, construida atreves de la red, que no solamente escribiría yo, sino, perfiles reales y falsos.   Cada quien tendría sus romances, sus peleas, y  pensamientos. Luego todo eso, seria fácil compilarlo y  transformarlo en un libro. La novela de los fantasmas de la red.  Seguro que si hiciera eso, perdería un poco mas de mi cordura.
Pienso ahora en Fernando Pessoa,  si en su tiempo las redes sociales hubieran existido,  hubiera inventado un perfil  para cada una de sus voces poéticas.  Visto así, el asunto ya no resulta tan desquiciado.  Pero solo visto así. Ahora, Borges, añadiría a su listado de desconfiados: los espejos, las cópulas  y las redes sociales,  ya de una u otra forma, también pueden multiplicar el número de hombres.