La tragedia infinita.
'El mundo en que vivo me repugna, pero me siento solidario con los hombres que sufren en él'. Camus
El jueves reciente, me senté a leer un libro de magnifico que había deseado por varios meses, La broma infinita. Me interne en sus paginas acompañado de un exquisito café de Huehuetenango y de fondo escuchaba a Julie London interpretando Cry me a river. De pronto llego hasta mi tranquilidad el murmullo tormentoso de la televisión. Me levanté, deje a medias el café y el libro abierto en la página veinte. Era el noticiero de las nueve, y los murmullos tormentosos no era otros que los de la tormenta Agatha y su paso destructor sobre Guatemala. No eran las primeras imágenes que veía sobre la catástrofe, ni siquiera fueron las primeras que me conmovieron, pero algo explotó en mí. Me sentí mal, terriblemente mal, yo en mi confortable tranquilidad, y muchos guatemaltecos desprovistos de todo.
Recordé que justo la tarde anterior había leído superficialmente un correo electrónico donde se hacía una convocatoria para unirse al voluntariado de la USAC, era una oportunidad extraordinaria para colaborar. Así que regrese a mi habitación, que me pareció más lúgubre, y releí el correo, había una salida para colaborar el día siguiente en Chinautla, lugar por cierto desconocido para mí. Lo pensé un par de minutos y luego decidí que tenía que ir, que no podría seguir tomando mi café sin sentirme asqueroso y avergonzado. Prepare mochila, botas, guantes, gorra, y otros implementos para realizar trabajo de campo. Me acosté tarde pensando e imaginando lo que iba a encontrarme.
Desperté, y luego de un breve desayuno, emprendí el viaje a la Universidad, punto de encuentro. Fui a la tienda a comprar algunos vivieres para colaborar con la recaudación.
Al llegar al lugar solo temía algo, y es que no hubiera espacio para mí, que por el hecho de integrarme tarde a la causa no encontrara lugar en bus y no pudiera ir, quizá solo los que llegaban primero tendrían el privilegio. No me alegre al percatarme de que había lugar, todo lo contrario me sentí un poco mal al observar que sobraba lugar y faltaba gente.
El camino fue lento debido al trafico en la ciudad y luego un derrumbe en un camino paralelo al lago de Amatitlán que nos detuvo por mas de una hora. El viaje no fue aburrido sino muy gracioso, los jóvenes voluntarios de la facultad de agronomía,que eran los más, se la pasaron contando sus chistes verdes, que no me causaban gracia por lo verde sino por la energía y entusiasmo con que los contaban.
Al llegar al lugar, que no era Chinautla sino un lugar cercano a Amatitlán, y ver la realidad, fue como caer en el centro de una pesadilla. Un alud de gigantescas piedras y lodo partió literalmente decenas de casas, y dejó a las familias sin nada. Los pocos que conservaron sus hogares, no podían habitarlos debido a que el lodo había entrado en ellas. Humildes hogares, inundados de lodo y tragedia. La tarea de los voluntarios consistió en tomar palas, picos y azadones y sacar toda el lodo de las casas, tarea que a primera viste me pareció fácil, pero que resultó agotador, siete personas trabajando duramente para sacar una capa de lodo de un metro en una habitación que no superaba los nueve metros cuadrados. Luego de tres horas de extenuante trabajo, apenas logramos remover la quinta parte de aquel terrible lodo. Mi espalda cansada, mis manos ampolladas y un sentimiento de impotencia en aumento.
Yo no tengo como agradecérselos, decía una anciana a la par de lo quedaba de su vivienda. No tenía que agradecer nada. Dejé el lugar, y regresé a mi hogar, no sin algunas penas en el transporte y observar una balacera donde perdió la vida otro chofer de bus urbano.
Eso es Guatemala, un país en infinito sufrimiento.
La noche anterior pensé, que al regresar de contribuir con la gente, podría sentarme y cómodamente disfrutaría de mi café, de mi libro, del jazz. No fue así, simplemente la empatía terminó de afianzarse en mi; al entrar a mi hogar lo sentí invadido del mismo lodo, destruido e inhabitable.
Pensé en lo paradójico de haber estado leyendo La broma infinita, y saber que Guatemala es una suerte de tragedia infinita, de haber estado escuchando Cry me a river, y ver a la gente llorando por los ríos desbordados que se llevaron todo a su paso.
Toda la ayuda es necesaria y valiosa decía una chica muy optimista, pensé en la actitud fatalista del guatemalteco, una suerte de masturbación de la conciencia, como comprar un BigMc en el McDia feliz y regresar a casa satisfechos de ser solidarios. Pero yo soy pesimista por excelencia y se que por un poco de ayuda la cosa no va a cambiar, se que es necesario más de parte de todos, una toma de conciencia verdadera, un compromiso a corto, mediano y largo plazo con Guatemala, con la humanidad, con el mundo, porque seguirán viniendo desgracias, y un día inevitablemente, de alguna forma, vendrán a nosotros.
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