El tema de las transformaciones siempre me ha interesado, desde mis incursiones de infantil curiosidad en la naturaleza, cuando cazaba renacuajos, esperando ver su proceso de metamorfosis. Tristemente solo cause la muerte de los pobres animales; lo cual también era una transformación.
Posteriormente durante la adolescencia me encontré, o me encontró a mí, el clásico de Franz Kafka: La trasformación, traducida como La metamorfosis, donde asistí a la trasformación de un hombre, mecanizado por su rutina social, a un insecto repulsivo e incomprendido, que será para mi siempre una metáfora de la condición humana. La metáfora misma es una trasformación.
En esta línea de transformaciones, está el perfomance de Sagazan, (dejo un video abajo). La obra de Sagazan, esta cruzada en toda su extensión por sentimientos sobrecogedores, inducidos por el enfrentamiento directo con el sufrimiento, el dolor y la muerte. La primera vez que vi un performance de Oliver de Sagazan, sufrí una especia de ahogamiento sinestesico, del que no pude apartar la vista. El artista hace una trasformación física y metafísica, renuncia y destruye su imagen corporal y, crea, guiado por la improvisación autentica, una oleada de emociones en los espectadores, que van desde repulsión hasta el goce estético.
Todo el universos es el resultado de una misteriosa transformación, toda todo el misterio de la vida esta ligado a un conjunto de millones de trasformaciones químicas. Y hay componente fascinante en ese salto. “La materia no se crea ni se destruye, solo se transforma”, es la epifanía más grande que he encontrado en la ciencia.
Toda transformación implica una muerte, y como tal genera el miedo o la atracción de hacia lo desconocido. El arte, en esencia, es una transformación.
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